Gratuit avec l'essai de 30 jours
-
La ciudad y sus muros inciertos
- Narrateur(s): Mario Fuentes Bajo
- Durée: 18 h et 34 min
Échec de l'ajout au panier.
Échec de l'ajout à la liste d'envies.
Échec de la suppression de la liste d’envies.
Échec du suivi du balado
Ne plus suivre le balado a échoué
Acheter pour 31,13 $
Aucun mode de paiement valide enregistré.
Nous sommes désolés. Nous ne pouvons vendre ce titre avec ce mode de paiement
Description
Cuando nos rodean los muros, la aventura de toda una vida quizá consista en franquearlos. El regreso de Murakami a la novela después de La muerte del comendador.
Poco se imagina el joven protagonista de esta novela que la chica de la que se ha enamorado está a punto de desaparecer de su vida. Se han conocido durante un concurso entre estudiantes de diferentes institutos, y no pueden verse muy a menudo. En sus encuentros, sentados bajo la glicinia de un parque o paseando a orillas de un río, la joven empieza a hablarle de una extraña ciudad amurallada, situada, al parecer, en otro mundo; poco a poco, ella acaba confesándole su inquietante sensación de que su verdadero yo se halla en esa misteriosa ciudad. De pronto, entrado el otoño, el protagonista recibe una carta de ella que quizá suponga una despedida, y eso lo sume en una profunda tristeza. Tendrán que pasar años antes de que pueda atisbar alguna posibilidad de reencontrarla.
Y sin embargo, esa ciudad, tal y como ella la describió, existe. Porque todo es posible en este asombroso universo donde la realidad, la identidad, los sueños y las sombras fluctúan y escapan a los rígidos límites de la lógica.
Ce que les critiques en disent
Atención: Murakami —igual que los Beatles— provoca adicción.
-- Rodrigo Fresán, El País
Murakami merece el Nobel.
-- Rafael Narbona, El Cultural (El Mundo)
Murakami es el mejor escritor vivo.
-- Pablo d'Ors, Abc Cultural
Leer a Murakami es una experiencia transformadora, es adentrarse en un bosque, bajar a un pozo, pasear por un sueño.
-- Antonio Lozano, La Vanguardia
Murakami es un grande.
-- Carlos Zanón, El País