Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

Auteur(s): Juan David Betancur Fernandez
  • Résumé

  • Este podcast está dedicado a los cuentos, mitos y leyendas del mundo.
    © 2024 Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
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Épisodes
  • 610. El ministro inteligente
    Nov 21 2024

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    Juan David Betancur Fernandez
    elnarradororal@gmail.com

    Había una vez un ministro del emperador que tenía fama de sabio. Todo el mundo le alababa, pero nadie sabía decir por qué.

    -Ese hombre es tan tonto como nosotros -comentó un campesino con sus amigos. Sólo porque tiene poder, la gente piensa que es inteligente.

    -Si es así, ¿por qué no le desenmascaras? A lo mejor el emperador te nombra ministro.

    -Lo haré -respondió el campesino. De eso podéis estar seguros -y todos se echaron a reír, porque pensaban que entre los animales y los hombres que labran la tierra no hay mucha diferencia.

    Sin embargo, el campesino poseía una inteligencia despierta y una valentía sin límites. En cuanto llegó a su casa se disfrazó de monje y se lanzó a los caminos.

    -Una limosna -decía cada vez que se cruzaba con alguien. Nuestro monas-terio es rico, pero quienes lo habitamos somos pobres.

    Raramente se marchaba con las manos vacías. Su interpretación era, de hecho, tan perfecta que un día hasta su mismo padre le echó una moneda.

    «iNo me ha reconocido! -se dijo. alborozado, el campesino. Creo que estoy ya preparado. ¿Para qué perder más tiempo?»

    Entonces se dirigió al embarcadero. Lo usaban sólo los comerciantes para atravesar con sus riquezas el río. Siempre estaba protegido por soldados y no permitían que nadie se acercara a él.

    -No puedes entrar -dijeron al verle. Por aquí pasa tanto dinero que, si no andamos con cuidado, más de un ladrón haría su agosto.

    El campesino hizo como si no hubiera oído y siguió adelante.

    -Bah, déjale -dijo uno de los soldados. Es un pobre monje. ¿Qué mal puede hacer?

    Sin embargo, a los comerciantes no les pareció bien que una persona así atravesara con ellos el río. No estaban equivocados. Apenas se despegó el barco de la orilla, el falso monje empezó a repartir entre ellos cuentas para recitar los cien nombres de Buda y dijo:

    -Vosotros chupáis la sangre al pobre y engordáis con ella. Arrepentíos y quizá logréis romper el penoso ciclo de la reencarnación.

    Algunos estaban tan asustados por la velocidad de la corriente que preguntaron:

    -¿Qué podemos hacer? ¡Nosotros somos comerciantes! El falso monje respondió:

    -Repetid los cien nombres de Buda.

    Los comerciantes así lo hicieron, pero el monje no parecía satisfecho.

    -¿Es que no notáis la presencia de la muerte? -gritaba sin cesar. ¡Repetid con más fuerza los cien nombres del Inmutable!

    Los comerciantes los recitaron con tanto empeño que se hipnotizaron unos a otros y cayeron en trance. Entonces el campesino les robó todo lo que llevaban y se marchó nadando hacia la otra orilla.

    En cuanto se enteró de lo ocurrido, el ministro sabio no salía de su asombro.

    -¿Que un monje ha desvalijado el barco de los comerciantes? -preguntaba, irritado.

    -Sí -respondieron algunos de ellos. Ha sido un castigo divino. Nosotros mismos vimos cómo el monje volaba por los aires.

    El pueblo se enteró de lo ocurrido y empezó a comentar:

    -Nuestro ministro no es tan sabio como creíamos. Si un monje es capaz de robar y quedar impune, ¿qué no podrá hacer un bandido?

    Aquella noche el campesino volvió a preguntar a sus amigos.

    -¿Veis cómo tenía razón? Hasta las personas más ignorantes se han dado cuenta de que nuestro ministro es incapaz de capturar a un pobre monje.

    -¿De qué te extrañas? -le respondieron. Ese hombre era un enviado de Buda. ¿Cómo se puede apresar a quien puede volar por los aires?

    El campesino tuvo, pues, que volver a disfrazarse. Esta vez se vistió de mujer. Como era joven y tenía los ojos tristes, apenas se notaba que era un hombre. Además, poseía un perfume que emborrachaba los sentidos. Se lo hab

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    Juan David Betancur Fernandez
    elnarradororal@gmail.com

    Habia una vez un conejito llamado Tito que vivía en un bosque encantado. Tito era un conejito muy curioso y cuando era de noche salia de la casa de sus padres para mirar el cielo y maravillarse con las estrellas. Allí en el medio del bosque había un sitio donde no había muchos arboles y solamente había una fuente de agua que servia a todos los animales del bosque. Como era una fuente de agua mágica todos los animales que tomaban de su agua se volvían muy felices y además vivían por siempre. Por esta razón muchos unicornios iban alli todo los días a tomar agua.

    Tito le gustaba mucho ir a la fuente ya que podía conocer muchos animales fantásticos y por esta razón muchos lo conocían a el. Aquella noche Tito salió pues de la cas de sus padres y cuando llego a la fuente de agua encontró que en la laguna que formaba la fuente había una luz que nunca había visto. Era una luz muy brillante y muy bella. Una luz blanca que llenaba todo el estanque y que se reflejaba sobre todo lo que allí había cerca.

    Tito con sus pequeños saltos de conejito se acercó pero con un poco de temor. No sabía que era esa luz pero lo atraía mucho. Cuando llego a la orilla del pequeño lago vio algo que lo asombro, tanto lo asombro que salto hacia atrás y cayo de espaldas. Cuando se levanto miro de nuevo y efectivamente se dio cuenta que había un circulo de color plateado en la superficie del lago.

    No lo podía creer, el circulo era tan redondo y bello que no podía apartar sus ojos de conejo sobre aquello que veía. Lentamente se fue acercardo más y más a la orilla hasta que sus pequeñas patitas de conejo comenzaron a tocar el agua formando una pequeña olita que atravesó todo el lago, así que dio otro pasito y otro y otro hasta que llego a la mitad del lago donde estaba el circulo de plata.

    Pero no había nada allí, solamente había agua y sobre esta agua seguía la imagen del aquel circulo plateado. Lo trato de coger con sus paticas delanteras pero no tocaba nada. Solo el agua del manantial mágico.

    De pronto oyo una voz desde la orilla. Era una unicornio de color azul con su cuerno dorado. El unicornio le dijo. No hay nada allí es solo el reflejo de la luna llena.

    Tito se sintió confundido ya que no entendía que era eso de la luna llena así que le pregunto al unicornio. Luna Llena que es eso.

    El unicornio solto una carcajada y le dijo.

    Mira hacia arriba y lo entenderas.

    Tito miro hacia arriba y vio la más bella imagen que hubiera visto nunca. Era un circulo blanco con luz plateada y de gran tamaño que flotaba sobre el bosque entre las estrellas.

    Lo que más le llamo la atención era que este circulo era perfecto, redondo y brillante. Y su luz era muy pero muy bella. Tan bella que dentro del alma de aquel pequeño conejito comenzó a crecer una idea. Queria tocar esa luz, quería tocar aquello que el unicornio llamaba luna. Sentia una necesidad enorme de acercarse a ella.

    Así que le dijo al Unicornio. Oye yo quiero tocar la luna… pero veo que esta muy lejos. El unicornio inicialmente se rio pero luego con cara seria le dijo.

    No creo que sea buena idea. Dejame yo llamo a mi amigo el buho para que te explique. El buho era el más sabio de los seres del bosque encantado y siempre tenía alguna respuesta para cualquier pregunta. Además se decía que gracias al agua de la fuente milagrosa había vivido por muchos anos y que por eso su sabiduría era infinita.

    Cuando el unicornio produjo un sonido de llamado, un buho llego volando y se poso cerca a donde estaba el unicornio. Luego dijo. Amigo Unicornio, porque me has ll

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