La verdadera gratitud comienza con el reconocimiento de la misericordia de Dios. No una gratitud forzada y cosmética, sino que la verdadera gratitud comienza con el reconocimiento de que, lo que hemos recibido, todo, no es sino una obra de la misericordia de Dios. Eso obviamente nos conduce a la gratitud, y la gratitud nos conduce a la adoración.

Por medio del estudio del siguiente pasaje de Lucas 17 hay preguntas que queremos contestar: ¿Puede ser uno piedra de tropiezo para otros? ¿De qué manera puedo hacer que otro caiga en pecado? ¿Existen algunos pecados que debo perdonar y otros que no necesariamente? ¿Qué debo hacer cuando alguien peca? ¿Cómo es posible nosotros cumplir con las cosas que Dios establece que debemos hacer?

No veamos la enseñanza de la parábola del hombre rico y Lázaro en términos de lo rico que era aquel hombre, sino en términos de dónde estaba su corazón. Su problema no era la riqueza o que tuviera demasiado dinero, sino que su problema estaba en su corazón.

Un corazón que se había cerrado para Dios, que no tenía en cuenta a Dios ni a la vida espiritual, ni mucho menos a la vida eterna. Un hombre que vivía solamente para su placer en el presente.

Para mucha gente la santificación del creyente solo tiene que ver con evitar los pecados sexuales e inmoralidades flagrantes. Se cree que mientras un creyente no esté en pornografía, no esté en adulterio y no esté en fornicación, está viviendo santamente. Pero en ocasiones miramos su vida de mayordomía, y es un desastre. No vive para Dios realmente. Vive para sí mismo. Vive para sus placeres y para satisfacer sus deseos y sus lujurias, no necesariamente sexuales, sino en sus deseos desordenados de tener y tener, y comprar y comprar. Y esos pecados no son evidentes. No nos damos cuenta.

Continuamente nos predicamos a nosotros mismos y a otros, que Dios tiene el control. Pero si somos honestos, confesaríamos que todavía luchamos con cómo conectar el caos de nuestras vidas con la certeza de que ese es el diseño de Dios.

El propósito de este sermón es explicar la doctrina de la providencia divina para que encontremos en el carácter inmutable y en el gobierno de Dios sobre nuestras vidas, paciencia en la adversidad, agradecimiento en la prosperidad y esperanza en Dios para el futuro.

Es común que reflexionemos en cómo nos fue en un año que está por terminar. Es probable que al final de esta evaluación, muchos de nosotros concluyamos con la esperanza de que el próximo año sea uno mejor. Ponemos nuestra esperanza en cosas o en personas, esperando que nos den plenitud o la felicidad que tanto deseamos.

Mi esperanza no puede estar puesta en lo que estoy viendo. Este mundo va a pasar. Nuestra esperanza debe estar puesta en la promesa que nos hizo un Dios fiel, de que va a venir por segunda vez a buscar a su santo pueblo.

Su Hijo amado vino a estar con nosotros y es el Emmanuel. Y hay muchas razones para celebrar eso. Podemos ver que dentro de la celebración lo más grande que trajo con su venida fue poder bendecirnos. Él vino a bendecirnos.

El amor de Dios ha sido tan grande que no simplemente envió un emisario, un arcángel o un querubín. Dios envió a su Hijo. Y entendiendo que Dios es trino, significa que Dios mismo vino a nosotros. Él mismo vino a rescatarnos.