Los enemigos de las fuerzas fascistas en la Segunda Guerra Mundial, los llamados aliados, no dejaron de crecer en número y poder desde el inicio de la guerra. De los cuatro millones escasos de soldados con los que contaban al principio de la contienda se pasó a los más de cincuenta millones que estaban combatiendo al final. Aunque tal vez llegó demasiado tarde, este crecimiento de efectivos fue determinante para resolver victoriosamente el conflicto.