A finales de los años 90 la exguerrilla de las Farc adelantó la más fuerte ofensiva contra el Estado colombiano, propinando uno de golpes militares más duros: secuestrar a más de 500 soldados y policías para presionar, a través de un acuerdo, la liberación de cientos de guerrilleros presos en las cárceles. Un grupo de mujeres se unió para exigirle al Estado y a las Farc la libertad de sus seres queridos. Se internaron en la selva para conseguir pruebas de supervivencia y lograron visitar las infames jaulas donde estaban cautivos.