Lo importante de una relación en pareja es saber cuál es el eje de esa relación, qué es lo que mantiene la relación funcionando. Cada persona se aferra a un punto central en la relación de pareja, que es lo que va a sostener esa relación en firme y en pie. Cuando ese punto central ya no es fuerte, a veces es necesario tomar la decisión de romper el vínculo en pareja para decidir estar solos. Pero hay personas que evidencian una enorme dificultad de separarse, de terminar un vínculo que quizás ya cumplió su ciclo; porque las relaciones son organismos vivos y por más doloroso que sea aceptarlo, las relaciones también nacen, crecen y mueren. Es cierto que es aterrador cuando nos damos cuenta de la muerte del deseo, cuando percibimos que ya no se tiene más ese vínculo que conecta a la otra persona, sino que prevalece la indiferencia; es cuando realmente evidenciamos la muerte del deseo y hacer ese duelo no es para nada fácil, porque es aterrador despertar de esa fantasía de eternidad con que muchas veces se marca la duración de la relaciones. La soledad es el miedo a desvincularse, es el miedo al silencio y al vacío con el otro. Y aceptar que no hay eternidad en los vínculos amorosos es uno de los aspectos más complejos que nos toca afrontar en nuestras relaciones humanas.