Luis Eduardo Uribe Lopera
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Luis Eduardo Uribe Lopera

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Actualmente resido en mi natal Envigado, Colombia. Nací el 20 de abril de 1965. He compartido más de la mitad de mi vida con mi esposa Jenny, con quien tengo dos hijos Valeria y Santiago. Como cualquier parroquiano debo trabajar para cubrir los recurrentes sobregiros bancarios y las cuotas de los interminables créditos. Cuando cursaba tercer grado de primaria mi papá perdió su trabajo, de manera que pasé de la rigidez y exigencia casi militar de un colegio católico a la laxitud y mediocridad de las escuelas públicas de Colombia. El español y la literatura no son prioridad aquí por razones de gobernabilidad. Es mejor un pueblo ignorante y mal informado. Así que mis elucubraciones y fantasías se represaron hasta que cumplí 35 años. Como era bueno en matemáticas y física, aparentemente dibujaba bien, y me sobraba imaginación, decidí estudiar Arquitectura. Necesité un año para aceptar que tenía que trabajar para seguir estudiando. Me retiré de Arquitectura para estudiar Contaduría en la facultad nocturna y trabajar durante el día. Tras diez años hundido en la profesión, el dique que contenía mis ficciones cedió ante la fuerza incontenible del caudaloso río de personajes y diálogos que atosigaban mi cabeza. Para encausar esa riada busqué la lectura, y nada mejor que empezar por leer los clásicos, junto con otra de mis pasiones: Historia. Sentí que mis ficciones tenían un mundo y debía llegar a él. Dos años después escribía compulsivamente en cuadernos que llené desesperadamente. Temía perder el hilo y la inspiración. Dos, tres, y hasta cuatro días sin dormir. Durante las duermevelas no dejaban de acosarme los personajes, sus diálogos y escenarios. Reconocí mis falencias en literatura y español. Busqué donde estudiar. Sabía que iba por el camino correcto, que mis historias tenían una estructura correcta, pero debía mejorarlas. Contraté clases particulares con un maestro en la materia que hasta el día de hoy consulto. Sigo aprendiendo, pero desaprender ha sido lo más difícil. Debo trabajar el doble para superar las falencias enquistadas en mi cerebro. Nunca aprendí de figuras literarias. Ahora las estudio, aunque no memorizo sus nombres. Amo la sonoridad de las palabras y cómo despiertan sentimientos y pasiones, cómo producen sensaciones. Escribo espontáneamente, sin cortapisas. Trabajo por años en mis libros. Estudio asiduamente los temas relacionados mis ficciones para reforzar su verosimilitud: historia, matemáticas, física, psicología, ciencia, los misterios de la mente, biografías, esoterismo, brujería, religiones, sociología. También someto los borradores de mis libros a algunos familiares, amigos y a mi maestro de literatura para que lo critiquen y sugieran correcciones. Tengo muy mala memoria, defecto que azotó mi ánimo hasta que descubrí sus bondades. Los desmemoriados no sufrimos de rencor y envidia porque olvidamos fácilmente las ofensas y no recordamos qué bienes tienen los demás. Me ha sido de gran utilidad para consolidar mi estilo. Por más que lea obras de autores de extraordinaria calidad poco recuerdo lo leído. Estoy seguro de que sus influencias en mis libros surgen desde el inconsciente. Saber escuchar lo aprendí de mi labor como auditor, al igual que escuchar más allá de las palabras y ver tras las caretas y velos. Es alimento para mi capacidad de reflexión y de análisis profundo de las personas y la sociedad que plasmo en mis ficciones. Leo más de lo que puedo y menos de lo que deseo. Leo sin esfuerzos de memoria. Sin pretender recitar pasajes o frases de autores y disertar sobre libros con el ánimo de pasar por erudito. He releído El Quijote, Cien años de soledad, La divina comedia, Narraciones extraordinarias de Poe, La Ilíada, y la Biblia, y en cada relectura siento que leo otro libro. Estoy convencido de que un libro son muchos libros, pues cada lector es un mundo diferente cada día. He porfiado por salir adelante con mi estilo, mis temas y mis ficciones. Evito encasillarme. Cada uno de mis libros es diferente. Son ficciones que estoy seguro motivan distintos tipos de lector, que van desde la ficción histórica y ciencia ficción hasta la novela psicológica. Me inspiran principalmente la Historia y la abrumadora repitencia que leo y escucho a diario en las noticias. El factor humano con sus pasiones, perversiones, debilidades y tendencia autodestructiva, en contraste con su capacidad de amar, de crear distintas formas y obras de arte, máquinas, construcciones y cadenas de solidaridad maravillosas. Una humanidad con sus dilemas políticos, culturales y religiosos que amalgaman las pasiones individuales, las ambiciones y temores, dan vida a la única criatura atribuible a ser humano: la sociedad. Un ser amorfo e intangible que crece y se resiste a morir a pesar de su hacedor. Por ahora he publicado: Uróboros, historia futura del mundo. Una distopía que proyecta el resultado de la sociedad belicista actual que la arrastra a la aniquilación, pero que resurge gracias a una generación acrisolada por la guerra. Una nueva civilización que heredó el afán por jubilar la muerte y desterrar a Dios de una vez por todas de este mundo. Una eternidad corpórea que por razones de espacio y recursos vitales requiere suspender la procreación. Sin espíritus nuevos, la sociedad sucumbe a la monotonía. Como el ave fénix, la humanidad renace de sus cenizas para iniciar otro ciclo bajo nuevas circunstancias, edificando sobre las ruinas de la anterior civilización, bajo nuevas amenazas y ambiciones. Conspiración África nos remite al pasado, al siglo XIX, para revelarnos los orígenes del sistema político y social actual. Tras el telón de una tórrida y dramática historia de amor, Támara, la protagonista, denuncia las intrigas de los poderosos del Imperio occidental encarnados en los ingleses. Cómo someten o destruyen las culturas autóctonas del llamado Tercer Mundo, representadas por África en esta historia. Estrategias que van desde encender guerras para barajar cambios, incitar el endeudamiento individual, incoar epidemias para arrasar culturas enteras, controlar la educación y los medios de comunicación, entre otras artimañas, revelan el origen del mundo actual. La niña de la Amikacina es hasta ahora la única novela basada en una historia real. Se mueve entre lo escalofriante de la brujería y los exorcismos, y el amor de una madre y un padre por rescatar a su niña de la posesión demoníaca. Una confrontación entre el bien y el mal. Una historia que se mueve al vaivén del escepticismo del papá y la credulidad de la madre. Leonardo da Vinci, las sombras del futuro. Novela narrada en la voz del maestro florentino que imbrica ficción con realidad. Un recorrido dramático y divertido por las distintas facetas de Leonardo basado en sus escritos. Actualmente estoy trabajando en obras como Escalera al infierno, Déjà vu, Experimento génesis, Doscientos años de soledad, La traición de los dioses, y en algunos cuentos y fábulas como Los resortes mágicos, La granja de doña Pangea, ¿Vida inteligente?
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