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Juan David Betancur
elnarradororal@gmail.com
Había una vez en un lugar lejano seis hermanos, tres hombres y tres mujeres. Como las mujeres eran muy bellas lograron casarse con los tres seres más Maravillosos. Una se caso con el sol, la otra se caso con la luna y la otra se caso con el viento.
Los tres hermanos vieron partir a sus hermanas y pasado un tiempo sintieron que ya era hora de visitarlas. Así que prepararon alimentos y se pusieron a caminar hasta el fin del mundo donde el sol, la luna y el viento vivían.
La noche los sorprendio en una pradera al pie de una montana y decidieron acampar allí. Sacaron sus alimentos y con un pedazo de pedernal y una yesca hicieron fuego. El menor de los hermanos que era el más despierto de todos dijo. Vayan a dormir mis hermanos que yo cuido durante la noche.
Los hermanos mayores se acostaron a dormir y mientras tanto el joven deambulaba dando vueltas vigilando. Lo que no sabía el joven es que en el bosque que estaba cerca vivía un dragón que solía asolar la región y que cuando vio una luz en la pradera supo que allí podría ir a comer.
El joven vio como una sombra se acercaba y rápidamente se apresto a enfrentarla. La sombra finalmente se revelo como aquel dragón que con ojos desorbitados lo miraba a escasos metros. El joven que desde niño había sido muy valiente desenvaino su espada y con un salto ágil se avalanzo sobre el cuello del dragón.
El dragón comenzó a dar vueltas tratando de librarse de aquel joven pero no lo pudo hacer, el joven aprovecho que estaba sobre el dragón y le enterro la espada en la espalda. El dragón salto de dolor y su cola alcanzo a mover y apagar el fuego que tenían prendido. Mientras todo esto sucedia los hermano seguían dormidos. El joven salto de nuevo y el dragón al verse herido se dio media vuelta y huyo de nuevo hacia el bosque.
Con la noche fría el joven temio que sus hermanos se congelaran y al mismo tiempo no quería despertar a sus hermanos así que trato de encontrar el pedernal y la yesca pero el hermano mayor la tenía bajo su cuerpo dormido.
A lo lejos el joven vio una luz y decidio ir hasta allí para traer el fuego. Camino un buen tiempo pero noto que la madre de la noche pasaba sobre el y se dirigía hacia el horizonte. El joven la llamo y le pregunto hacia donde iba. La madre noche le dijo.
Voy al amanecer como todos los días ya es hora de que tu cunado el sol salga de nuevo …
-Voy hacia el amanecer -contestó ella.
-No quiero que mis hermanos vean el fuego apagado al despertar. ¡No vayas todavía!
-No puedo evitarlo -dijo la Madre de la Noche. Debo permitir que amanezca cuando llegue el momento.
El joven se abalanzo sobre ella y la amarro a un arbol. Esperame aquí, te soltare cuando yo regrese.
Cuando llegó hasta el fuego que se veía a lo lejos, vio que sobre las llamas había un enorme caldero de hierro con doce asas. Levantó el caldero y tomó un leño encendido. En ese momento llegaron los doce ladrones que tenían allí su campamento.
-¿Cómo pudiste levantar ese caldero? -le preguntaron. ¡Es pesadísimo! Nosotros somos doce y apenas podemos levantarlo entre todos.
-No lo sé -dijo el mocito. Lo levanté así -y alzó otra vez el caldero sin ningún esfuerzo.
-¿Te gustaría ayudarnos en nuestra próxima aventura? -le preguntaron los ladrones. Vamos a robar los caballos del rey.
A nuestro amigo no le gustaba la idea ni mucho ni poco, pero era peligroso llevarles la contraria a doce hombres armados. Era una noche larga, extrañamente larga. Los ladrones consiguieron abrir una brecha en la pared del palacio real y se metieron en el patio de las caballerizas.E